Relatos cortos, reflexiones en voz alta, experiencias de vida y algún que otro recuerdo sentimental para mis amigos y compañeros, todos grumetes en este barco nuestro que es la vida; una vida que hemos decidido compartir. Para vosotros, esta bitácora.

viernes, 25 de junio de 2010

Memoria escritográfica, imagen nº2.

El patio del antiguo cuartel de artillería, barrio del Carmen, Murcia.

(Continuará)

domingo, 6 de junio de 2010

Memoria escritográfica

Éste es mi humilde homenaje a todos los lugares de los que sólo guardo fotografías mentales, es decir, recuerdos. La complejidad de la mente humana y su aleatoria pero siempre sorprendente capacidad de almacenamiento de la información son los culpables de que en esas "fotografías" haya más de un detalle anacrónico.
Para empezar, no puedo menos que referirme a la fotografía mental que conservo de un lugar muy transitado, por el que he pasado muchas veces siendo ya adulta, pero que hace mucho tiempo inmortalicé bajo un prisma muy particular...

La Plaza España de Barcelona

La “toma” mental que conservo de la plaza España de Barcelona tiene por primer plano la fuente-monumento que sirve de rotonda al aluvión de coches que frecuentan esta encrucijada. El cielo está de color gris plomizo y de las nubes, - espesas y bajas, muy bajas, como un techo improvisado- cae una lluvia constante que repiquetea contra mi paraguas.
En perspectiva ligeramente diagonal partiendo de una acera próxima a la mencionada rotonda se dibujan, más cerca, las torres venecianas con que empieza la avenida María Cristina; después la recta y llana calle jalonada de fuentes que sólo funcionan al atardecer; más adelante, las escaleras que conectan las amplias terrazas con que se salva la pendiente de la montaña en la que el conjunto se encuentra, así como las cascadas que adornan con elegancia el tramo central del recorrido, y por fin, culminando con majestuosidad la siempre ascendente panorámica, pabellón-palacio que hoy es le Museo Nacional de Arte de Cataluña.
En el feudo de mi recuerdo, las luces están apagadas a pesar de la relativa oscuridad causada por la densa capa de nubes y las fuentes no funcionan.
El olor a asfalto mojado se amalgama con el de la melancolía, flotando a la par en una atmósfera momentáneamente limpia. Aquí, en este mismo lugar, el único en el que la lluvia no causa tristeza, suena la música “de otro planeta” que un jovencísimo Mike Oldfield tocó en el concierto de Montreux; aquí, una Davinia probablemente precoz (cuya precocidad se perdió en algún lugar en la corriente del tiempo) dibujaba y desdibujaba con toda naturalidad en su mente infantil conceptos que, sólo muchos años después, descubrió que pertenecían a la física y la filosofía avanzadas. Aquí, un pequeño Juan Ginés jugaba a la pelota con ánimo entusiasta a pesar de sus ataques de asma, demostrando al mundo como demostró hasta el fin de sus días que no estaba dispuesto a rendirse nunca, y que el afán de superación es una de las mejores cualidades del ser humano.
Todos estos detalles de mi nutrida imaginación son totalmente anacrónicos, como ya había advertido que serían antes de disponerme a narrarlos, pues mis padres se mudaron de aquellos barrios cuando yo sólo tenía meses, el concierto de Mike Oldfield en Montreux ocurrió un año antes de que yo naciera y los juegos infantiles de mi hermano, de los que sólo he visto fotos, tuvieron lugar antes de que yo estuviera siquiera en proyecto, pero da igual: éste lugar semi-irreal es el lugar al que mi mente vuelve cuando, como no hace demasiado, camino por la avenida Maria Cristina con la lluvia sobre mi cabeza. Éste lugar es un refugio de mis recuerdos de infancia, y sé con toda seguridad que una parte de mí regresará a él cuando todas las luces se apaguen.