Relatos cortos, reflexiones en voz alta, experiencias de vida y algún que otro recuerdo sentimental para mis amigos y compañeros, todos grumetes en este barco nuestro que es la vida; una vida que hemos decidido compartir. Para vosotros, esta bitácora.

viernes, 12 de marzo de 2010

El amanecer

El amanecer. El amanecer murciano-cartaginés.
Antes de que el sol bese la tierra con su luz pródiga y constante, como el amor de una madre, se forman a partir del horizonte visible y calculable al ojo humano líneas de color que van de la tonalidad naranjo-rojiza al azul oscuro que todavía se adueña del cielo, mezclándose, tiñéndose el uno del otro en perfecta proporción y gradualidad con una naturalidad que asumimos como debida a causa de la costumbre, pero que en realidad es un verdadero milagro. Es el efecto de la indescriptiblemente magnífica naturaleza de la luz, otro regalo de nuestro infinitamente sabio y amoroso Creador, Jehová.
Cuando el mundo se halla en este perfecto estado de calma, las siluetas de todas las cosas se alzan azabaches como vigías atentos y pacientes, inmóviles, como enmudecidos por la magnitud de la hermosura que no perece,que no muta y que, aún a pesar de ello, no cansa.
En mi camino a lo que antes era mi casa, árboles frutales y palmeras se recortan contra el cielo, como en un oasis soñado. Poco después, la bóveda celeste se llena de una pálida luz cuyo origen parece ignoto, pues el disco solar todavía no es visible. Esa luz, que apenas se refleja en la tierra, hace que el contraste entre el mundo de arriba y el de abajo sea evidente hasta un grado que casi causa dolor. Pero entonces la áurea corona del astro rey tiñe de oro las nubes bajas hasta hacerse presente. La salida del sol se me aparece en Alicante, justo al pasar por la zona porteña. El escenario no puede ser mejor: el mar, la silueta de algún barco de fondo, el sol naciente ascendiendo en pocos minutos, el puerto y la playa...